Como un hecho de ficción y un golpe de suerte puede catalogarse el hallazgo de la “Cultura Malagana” en Palmira, cuando en 1992 un hombre, en medio de las entrañas de los cultivos de caña de azúcar de la hacienda Malagana, labraba la tierra, y accidentalmente su tractor terminó hundido en la puerta de una gran fortuna.
Imagina que estás en un arduo trabajo y, de un momento a
otro, la tierra empieza a colapsar, te vas a un vacío y es como si el destino
te dijera: “¿quieres ser rico?, aquí esta tu solución”, y en el fondo aparecen
varios objetos de oro que te deslumbran. Tu reacción inmediata es sentir
satisfacción y alegría, ya que mientras recoges todos los objetos, vas
imaginando qué harás con todo el dinero después de vender el tesoro que hallaste.
Pero en algún instante se te ocurrió pensar, ¿de dónde
provienen esos objetos? ¿Y por qué llegaron a tus manos? Quizá en el momento no
lo pienses porque lo primero que harás será recoger absolutamente todo sin que
nadie te vea, puesto que la ambición no te dejará compartir la noticia de este
hallazgo, a excepción de tu familia, a quienes les contarás cuando llegues a
casa.
Ahora bien, volvamos a las últimas preguntas: ¿crees que
las pensarías en ese momento o lo harías después?, ¿o tan si quiera las llegaste
a pensar cuando te lo pregunté? Independiente de tu decisión, aquí el tema
central es lo que pasó por la mente del hombre, pues de ahí se deriva gran
parte de esta historia.
La historia cuenta que los destellos de oro que salían de estos
objetos encantaron al hombre, y por su gran ambición recogió lo que pudo para
venderlo inmediatamente. El hombre nunca pensó, en el preciso instante que
encontró los tesoros, que eso que tenía entre sus manos sería definido por los
expertos como el "producto de un elaborado pensamiento simbólico propio
de las sociedades jerarquizadas", ni que causaría revuelo entre los investigadores sociales
y la comunidad. La noticia generó tanta intriga, que en menos de dos días
muchas personas llegaron al lugar dejando de lado sus actividades cotidianas
para excavar, con la inmensa intención de hacerse ricos.
La situación se les salió de las manos a las autoridades, porque
estas personas solo buscaban saciar su sed de pobreza extrayendo ilícitamente
objetos, tan valiosos, que a ninguno le llamó la atención qué historia había
detrás de estas bellas reliquias, solamente se guiaban por su valor. Tanto
guaqueros como saqueadores extrajeron todo lo que pudieron para su beneficio, imposibilitándole
a arqueólogos y antropólogos realizar una profunda investigación sobre esta
cultura.
Afortunadamente los investigadores pudieron recuperar
algunos objetos para la reconstrucción social de estos ancestros, aunque éstos
no fueron suficientes, debido a que lo que reposa en muesos es solamente un
indicio de su existencia y su bello trabajo. Sin embargo, queda la duda acerca
de qué otros mensajes ocultaban aquellos elementos que no pudieron incluirse en
la investigación.
Sin embargo, para algunos han sido suficientes, por lo
menos, para establecer que la cultura no se llama “Malagana”, pues este nombre
es el nombre del lugar, de la hacienda donde fueron encontrado los objetos y
tumbas. La cultura pertenece al periodo temprano y tardío de Los Bolos. Y aunque hay quienes afirman
que también hay diferencias de los hallazgos en relación a Los Bolos, éste es un nombre más propicio para esta cultura cuyo
nombre desconocemos. Lo que si conocemos es que su cultura no era el nombre de
una hacienda.
Aún quedan muchos enigmas por resolver acerca de ésta
cultura. Quizá sea imposible conseguir información más allá de la actual, puesto
que estamos hablando de una civilización de hace más de 2000 años. Este saqueo
de piezas de cerámicas y de oro de esta cultura fue un infortunio para las
perspectivas de esta sociedad prehispánica, además de una perdida cultural
gigante para la sociedad de estos tiempos, pues la mayoría de las piezas fueron
destruidas, vendidas o simplemente privatizadas por habitantes del sector.
Pero entre la comunidad también hay personas que protegen y
tratan de rescatar el valor de esta cultura. Por ejemplo, familias y personas
de la comunidad implementaron proyectos como el Sendero agroecológico Los bolos, y además construyeron un museo alternativo para educar y
concientizar sobre esta cultura.
En la actualidad se continúan realizando hallazgos, por situaciones indirectas y también por guaqueros que tienen por oficio buscar más piezas. Este ambiente hace vulnerable la cultura, pues el desinterés y la falta de educación en cuanto a temáticas del patrimonio, permite la fuga activa y constante del material arqueológico. Así, se dificultad los procesos que contrarresten la problemática, como el reconocimiento total de todo lo hallado de esta cultura para la determinación de significados por parte de los profesionales e instituciones pertinentes.
Foto: Museo del Oro, collar con colgante en forma de flor
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