Al entrar se puede divisar un camino lleno de palmas que hace honor a su nombre.
Palmira
es reconocida por la calidez de su gente, y desde sus inicios ha albergado a
foráneos como propios. En esta ciudad puedes darte cuenta lo pluricultural que
puede llegar a ser, al pasear por sus calles puedes conocer gente de todos los
rincones.
Estar
ubicada en la cordillera central ha hecho de Palmira un municipio afortunado,
tiene ríos como el Nima, Amaime, Aguaclara y Bolo. Esto ha permitido que sea
visto como un referente de la ganadería y por eso su feria expone todo su
potencial de negocios. Tiene centros de investigación como lo es el CIAT y
CORPOICA que atraen a propios y extranjeros, además de un clima envidiable
entre 18 a 37 grados que hace de Palmira un verdadero paraíso.
Desde
mi llegada, cuando tenía apenas 15 años, me sentí bienvenida a esta Palmira
señorial. ¿Y quién no? Siempre me maravilla con sus extensos paisajes.
Aunque
llevo mucho tiempo viviendo en esta ciudad, considero que desconozco muchísimo
de Palmira, lo que me lleva a conocer al escritor Mauricio Capelli, gestor e
investigador cultural. Con él podemos adentrarnos en la Palmira del siglo 20,
desde sus inicios en 1910, en el momento en que nace el departamento del Valle
del Cauca al separarse de su hermano, el departamento del Cauca y el Valle del
Cauca, en esa delimitación de territorios, ahí se evidencia su transformación
urbana, rural y cultural.
Palmira
se convierte en una ciudad intermedia entre 1910 y 1930, desarrollando todos
los espacios culturales como la Catedral, el Parque Bolívar, la Escuela
Superior de Agricultura Tropical, que luego se convertiría en la Universidad Nacional
de Colombia sede Palmira, y el tren, además de una gran migración por parte de
los japoneses, lo cual posiciona a Palmira como una ciudad con una
infraestructura más enfocada al desarrollo de negocios.
El
espacio de veraneo se empieza desarrollar en el área de La Buitrera, por lo tanto,
se logra mejorar sus carreteras, pero tristemente Palmira sufre, como toda
Colombia, por la ola de violencia que trae el paramilitarismo, y esto trae
consigo, junto a otros factores, un estancamiento de la zona rural y urbana.
Este es
un buen momento para conocer la historia de Giovanni Valencia, al que conocí
por redes y quien con mucha amabilidad me acogió para contar su historia desde
donde todo empezó.
Me voy
para La Buitrera con mi hermano, y desde la subida ya empiezo a sentir un hueco
en el estómago de los nervios, ya que Giovanni generosamente nos invitó a volar
con él en parapente. Llegamos a la Casa
del Barranquero en el punto de información de Ecoaventurex. Subimos en carro más o menos unos 20 minutos hasta el
lugar de despegue llamado Barlovento, un lugar mágico que sería imposible
describir con palabras, y estoy segura que a cualquiera le quita el aliento.
Nos dan instrucciones y mis nervios crecen porque su invitación me tomó por
sorpresa, y la verdad veía este vuelo como una posibilidad muy lejana.
Giovanni
con extrema paciencia nos guía y da instrucciones. Y nos muestra lo seguro que
es el vuelo. En la salida y en el aterrizaje hay que prestar atención a las
palabras del instructor. Aunque Giovanni entiende mis nervios: me explica que la
naturaleza del hombre es terrenal, por lo que esto es algo que
inconscientemente se sufre.
Antes
de despegar, nos quedamos admirando el gran paisaje mientras el viento se ponía
a nuestro favor. La primera en salir soy yo. Y la verdad, después de esperar un
rato y hablar con Giovanni sobre cómo era el vuelo, los nervios se
desvanecieron completamente.
Me
hacen una señal y sé que es hora. El casco y los implementos ya puestos y
ajustados. Christian, instructor y primo de Giovanni, revisa que todo este
perfecto y me dispongo a correr. Para ese momento en mi cabeza ya no había
nervios y el despegue fue demasiado sencillo.
Ya en
el aire me sentí en paz, nada que ver con la idea que tenía en mi mente. Disipado
el temor, todo fue cómodo, como una hoja que se deja llevar por el viento,
tranquila y apacible, mientras disfrutas de la vista y la sensación de ser
abrazado por el viento que te llena de calma.
El
viaje duró más o menos unos 20 minutos. El aterrizaje fue súper tranquilo, en
una llanura. Pero esta experiencia logró hacerme entender lo pequeños y
frágiles que somos ante la grandeza de nuestra tierra.
La
historia de Giovanni, como de muchos que integran el club de parapente, se
conecta con su infancia. Siendo un niño veía cómo descendían grandes aves del cielo que llamaban su atención.
Con su primo le seguían hasta el lugar de aterrizaje, encontrándose así con el
parapente, un deporte que lo protegió y lo aisló de la cruda realidad, gracias
a Daniel Fernández, quien Giovanni recuerda como su ángel.
Daniel
fue tutor y pionero del parapente deportivo, y en su restaurante El Mesón de La
Buitrera recepcionaba los parapentes que aterrizaban, permitiendo a Giovanni doblarles
después de su uso, ganándose así su respeto y cariño.
Giovanni
junto con otros niños pasaron su infancia entre parapentes. Así que cuando hubo
oportunidad, no dudaron en iniciar adquiriendo implementos de segunda mano y
haciendo pequeños vuelos. Daniel por su parte buscaba la manera de capacitar y
certificar con la Federación de Deportes Aéreos a sus pequeños pupilos, todo
con sus propios medios. Pero esto se vio frustrado en marzo del 2007, cuando
paramilitares que no se reinsertaron le quitaron la vida en su casa de Palmira,
siendo una gran pérdida para el mundo del parapente y para estos niños que
veían en Daniel su ejemplo a seguir. Giovanni relata esta historia con gran
nostalgia, después de la muerte de Daniel su proceso se estanca y, poco a poco,
todos se separan, muchos toman otros caminos.
Unos
años después, Giovanni retoma con Christian nuevamente esta actividad ya con
madurez y determinación. Inician en el Cañón del Chicamocha, una zona que vive
del turismo, por lo tanto la demanda de parapentistas para vuelos comerciales
es alta, ya que podían realizarse entre 30 a 40 vuelos diarios en temporada
alta.
Luego
llegaron las capacitaciones del SENA que impulsaron su emprendimiento, donde
Giovanni ideó un plan que diversificaba la oferta, para así atraer más turistas,
ofreciendo otras alternativas turísticas como senderismo, avistamiento de aves
y caminatas a caballo. De ahí nace ECOAVENTUREX,
una empresa de turismo de
aventura que ha ido surgiendo a pesar del poco apoyo que recibe el turismo en esta
región.
Pero el
parapente también es un deporte. Y gracias a la dedicación y el amor por éste, antes
de la pandemia, junto con Jairo, un campanero de club, participaron en los
panamericanos que se desarrollaron en Ecuador, logrando el tercer puesto. Además
han organizado un evento para parapentistas a nivel deportivo llamado el
Festival del Viento, donde los participantes compiten en pruebas de
precisión.
Para
los que realizan esta modalidad de turismo, desamparados por el Gobierno, y el
desconocimiento de los propios, en este tipo de ofertas es necesario un cambio
en las políticas de Estado para solventar infraestructura y capacitación en la
zona. Así con el acompañamiento, el conocimiento y los requerimientos
necesarios para que puedan lanzar una oferta turística llamativa, además de un
plan de ordenamiento territorial que tome en cuenta el flujo de turistas y el
impacto ambiental.
A pesar
de todas las dificultades Giovanni no desfallece y lucha por seguir adelante con
este sueño que Daniel, un día, imprimió en su mente, y también para hacer un
homenaje al hombre que lo apoyó y lo guio por mucho tiempo ahora.
Con 10
años de experiencia y certificado como guía turístico, además como parapentista
por la Federación, sigue trabajando por el club de parapente y por la comunidad,
donde encontramos historias como las de un chico al que llamaremos “Iván”, un
niño que a raíz del conflicto armado perdió a su padre y, al igual que Giovanni,
se refugió en el deporte.
A Iván
lo conocen desde los 4 años de edad, porque, del mismo modo que ellos lo
hicieron un día, iba a verlos volar. Es
así como Christian y Giovanni lo acogen para guiarlo como un día Daniel lo hizo
con ellos. Y a muy corta edad, al cumplir los 14 años, Iván logra convertirse
en uno de los pilotos más jóvenes en recibir la certificación de la Federación.
Salí de
la zona de aterrizaje convencida que a estos chicos el viento nunca los
quebrantó, al contrario, siempre los impulsó y los liberó como me liberó a mí y
a tantos esclavos del miedo. Salí convencida que la vida se transforma cuando
dejas de temer y empiezas a volar.
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