Palmira al ritmo del pedal

Las primeras bicicletas que llegaron a Palmira fueron importadas desde Europa por la industria azucarera en los años 30

 

“La bicicleta es la más noble expresión del ingenio humano”

José Borrero

 

Son las 9:30 de una mañana de martes en Palmira. Al lado izquierdo, los muros grises del batallón, a la derecha, locales de comidas, una bicicletería, un geriátrico y varias tiendas de camuflados. El panorama de la calle 31 que comunica el oriente con el centro de la ciudad parece común: carros y motos a poca velocidad por los tres reductores que hay en una sola cuadra, soldados en la entrada del batallón, y yo sobre la ciclo-ruta, bajando y subiendo mis piernas en forma circular, disfrutando del aire y del sol que penetra el asfalto, el casco de los soldados y mi piel.

 

Nunca he sido amante de los deportes, tampoco había sido la bicicleta el medio de transporte de mi predilección. Casi siempre había preferido los planes que no demandaran mayor esfuerzo físico; sin embargo, vivir en medio de una pandemia nos obliga, o más bien, nos ofrece la oportunidad de transformar el pensamiento y con ello las acciones y el estilo de vida; y heme aquí, pedaleando hacia la Factoría, un recorrido que normalmente haría en moto.

 

Mientras ando en mi bici, una Kamon todoterreno que hace 25 años compró mi padre por 100 mil pesos, pienso en cómo es que a pesar de ser palmirana, no había hecho mucho uso de la bicicleta. Ello resulta curioso si se tiene en cuenta que Palmira fue durante mucho tiempo la Ciudad de las Bicicletas. Lo sé porque en el Parque Lineal hay un Monumento a la Bicicleta (creado por Kymer en el 86) y porque de niña mi madre me lo contó:

 

“Antes era muy común ver parejas en bicicleta, hasta con niños en una bicicleta. Mi papá iba a trabajar en una; tu papá andaba en esa misma cuando trabajaba en el Popular, al cual más andaba era en cicla…”

 

Las primeras bicicletas que llegaron a Palmira fueron importadas desde Europa por la industria azucarera en los años 30. Ingenios como Manuelita debían garantizar la movilidad de sus trabajadores desde Palmira hasta las afueras, donde se encontraban (y aún se encuentran) las fábricas; y la opción más viable, para ese entonces, fue facilitar una bicicleta a cada empleado, descontando su valor monetario mes a mes hasta pagar la totalidad de la misma. A partir de esto, se construyó la primera ciclo-ruta del país, al costado derecho de la salida del Ingenio Manuelita.

 

La bicicleta tuvo gran incidencia en el desarrollo económico, social y cultural de Palmira en el siglo XX. Las esposas de los trabajadores también optaron por incluir la bicicleta en su estilo de vida y el de sus familias, haciendo uso de la misma en espacios distintos a los laborales; tanto así, que para los 60´s había en promedio cuatro bicicletas por familia en la ciudad. [1]  

 

Después de pasar el Bosque Municipal, la carretera queda de un solo carril. Al estrecharse la vía, el respeto por el ciclista es casi nulo, toca ingeniárselas y andar ¡pilas! [2] para llegar al lugar de destino a salvo. El sol se hace cada vez más intenso y el viento escaso, pues ya la velocidad es menor. Giro por la calle 27 y pasando la Estación de Bomberos llego al Parque La Factoría. Agitada e intentando respirar bien con el tapabocas, busco donde cuadrar la bici.

 

Hay un parqueadero público de bicicletas, pero, como buena novata que soy con la bici, no tengo la cadena para amarrarla. Me siento en una de las bancas de madera que hay en el parque, con la bici al lado, echando ojo para ver por dónde aparece Kenia. Quedamos de vernos a las 10:00 am.

 

–¡Háblamelo, prima!

 

Con su casco, un tapabocas y una mochila, se baja de la bicicleta y se dirige al parqueadero público. Amarramos ambas bicicletas con su cadena y nos sentamos en las mesas de la plazoleta de cholados.  

 

–A mí me regala, porfa, un jugo de mango

–A mí uno de maracuyá, gracias.



Para Kenia la bici no es algo nuevo. Desde niña ha formado parte fundamental de su vida. En el colegio participaba de competencias con su bicicleta de la Barbie, aunque siempre que estaba a punto de llegar a la meta, se le dañaba. Tiempo después, el evidente gusto por la bici llamó la atención de su padrastro quien decidió armarle una bicicleta mejor, a su medida, que no la dejara en medio de una carrera.

 

“Un momento que me marcó mucho con la bicicleta fue cuando le enseñé a montar a mi primito. Él tenía ocho años, salíamos en las bicis pero yo siempre lo llevaba en la barra, y yo le decía que a mí me gustaba porque yo me hacía más fuerte llevándolo y que tal. Él me decía: ‘no prima, pero yo quiero andar’. Entonces mi tía le regaló una bicicletica y le dije: ‘todas las tardes vamos a hacerle’. Todas las tardes, le hacíamos y le hacíamos, en (el barrio) Guayacanes; él se estrellaba contra los andenes, hasta que por fin la sacamos [3]. Y él siempre me dice que me agradece mucho porque le enseñé a montar” –recuerda, mientras se asoma una sonrisa ladeada.

 

Llegan los jugos y continuamos hablando de lo mucho que me ha gustado andar en bici. Le cuento que he tomado algo de confianza con las vías, que ya no me da tanto miedo los carros y que me he sentido súper bien desde que me dio por rodar.

 

Andar en la bici me ha permitido percibir la ciudad de otra manera. Cuando salgo a montar, el paisaje se resignifica para mí, porque no solo es el verde de la caña de azúcar en las vías a Pradera, a Cali o a Amaime, sino que he aprendido a apreciar también el paisaje urbano. Los lugares por los que antes transitaba rápido, adquieren otro sentido, ya que en la bici me puedo detener, observar, sentarme donde nunca me había sentado, conocer espacios que se me hacían lejanos o ajenos… ¡Mejor dicho!, conocer otra Palmira por medio de la bici.

 

Recuerdo que cuando empecé a andar en bicicleta, después de tres meses de confinamiento, a la primera persona que le comenté fue a Kenia, lo hice porque siempre he admirado su pasión por la bici. Para ella ésta no es solo un medio de transporte, es un medio para encontrarse con ella misma, una compañera de vida; cuando habla de ella no se refiere a un aparato, hay un tinte de personificación.

 

–Ella siempre está ahí y realmente creo que es como una extensión de mí y se tiene que tratar de la misma forma.

–¿Vos de dónde sacaste esa cicla?

–Esta bicicleta es muy antigua, es del 51. Yo iba por la 19 [4] un día con una amiga y pasando por una prendería, una bicicleta hermosa ahí, blanca, flaquita, toda linda, y era de mi talla; y es muy difícil encontrar una bici de mi talla porque yo soy pequeñita. Yo la vi, me le acerqué y dije: “¡no te creo!” Tenía incluso una placa de Palmira ¡Yo la tengo! –cuenta entusiasmada.

 

Para la segunda mitad del siglo XX, la bicicleta era un boom en Palmira. En aquel tiempo, la administración municipal entregaba placas, como a cualquier otro vehículo. Hoy en día, tener una de estas es un orgullo, los adultos mayores que las conservan aún, las muestran inflando pecho. Hace parte de esa identidad cultural en torno a la bicicleta.

 

En los 80’s, el papel de la mujer cobra importancia debido a que el uso de la bicicleta en ellas estaba estigmatizado por mitos como la virginidad y el exhibicionismo. En Palmira, aquellas ideas no calaron porque ya existía toda una cultura de bicicleta. Las palmiranas tenían cierta independencia para movilizarse, no debían esperar a que sus padres o esposos las llevaran de un lado a otro, sino que ellas mismas tomaban su bici y salían. El tipo de bicicleta común en esta población era la Monark, ya que por su barra baja se les facilitaba montar con faldas o vestidos.

 

Al igual que en los 80´s, hoy en Palmira existen mujeres que hallan en la bicicleta un elemento que facilita su independencia. Kenia ha usado la bici por muchos años, pero no había explorado con ella la posibilidad de generar un recurso económico. La crisis sanitaria, económica y social causada por la pandemia del Covid-19, le permitió hacerlo.

 

Mientras se toma su jugo de maracuyá, me cuenta.

 

“Una experiencia muy diferente es cuando yo decido acercarme a la bicimensajería. Eso era algo que yo ya tenía en mente, pero nunca lo había ejercido como tal. Cuando se presentó esto de la pandemia, yo dije: ¡aquí fue! Este es mi momento. Me armé de todos los implementos de bioseguridad y empecé a experimentar algo totalmente diferente que es este medio de transporte, que es tan agradable y tan lindo, cómo también me podía generar un sustento”.

 

La miro hablar y pienso en ese empuje que tenemos los palmiranos para sobre ponernos ante situaciones adversas y encontrar en medio del caos, una solución.

 

Le ha ido bien con la bicimensajería. En alguna ocasión me hizo un domicilio desde Unicentro hasta Las Palmeras, trajo un bote de pintura en la bici.

 

–¿Eso no te queda muy pesado para traerlo en bici? –recuerdo que le pregunté.

–¡Nada pri! He llevado cosas más pesadas –me dijo entre risas.

 

Y es cierto, en su bici ha llevado desde perros hasta elementos de sonidos para eventos, sin contar sus maletas de vestuario y elementos artísticos que carga cuando va realizar presentaciones, porque Kenia, además de ser una apasionada por la bicicleta, es una artista de esta tierra.

 

Quienes trabajan reconstruyendo la historia de la bicicleta en Palmira, dicen que no ha sido fácil identificar un momento concreto en el que se dejó de usar masivamente la bici. Algunos lo relacionan con el auge de la motocicleta en los 90’s. Probablemente sea así cómo poco a poco se desestimuló el uso de la bici en la ciudad, y la infraestructura vial fue dando prioridad a los automotores. El título de “La Ciudad de las Bicicletas” ya nos quedaba grande.

 

A pesar de que, en los últimos años, no sea la bici el medio de transporte más usado en Palmira, existen algunos esfuerzos por recuperar esa identidad. Cientos de palmiranos y foráneos que ha adoptado la ciudad, creen que aún es posible volver a ser esa ciudad en ruedas y hacer de la bicicleta un elemento significativo en la cultura de Palmira, otra vez.

 

Precisamente es ese el trabajo que realiza el Colectivo Palmira Somos Bici, un grupo de jóvenes, en su mayoría foráneos, estudiantes de la Universidad Nacional, que al llegar a la ciudad encontraron en la bici un medio de transporte sostenible, económico y sencillo. Personas que vinieron de ciudades más grandes y vieron que andar en Palmira en bici es realmente cómodo, no solo por su topografía plana sino por las cortas distancias de una ciudad intermedia con un clima cálido.

 

Este tipo de iniciativas han logrado generar espacios de apropiación cultural en la ciudad en torno a la bicicleta. Palmira Somos Bici, realiza mensualmente un ciclo-borondo. Se trata de un recorrido nocturno en bicicleta por la ciudad para toda la familia. También se dictan talleres pedagógicos sobre el uso de la bici en instituciones educativas, de la mano con la Secretaría de Tránsito y Transporte de la Alcaldía Municipal.

 

Cuando me empecé a acercar a la bici, conocí “Palmira, ciudad de las bicicletas”, una compilación de imágenes, experiencias, personajes e historias en torno a ese elemento que los palmiranos no queremos dejar perder como símbolo de la ciudad. Esta obra fue resultado del trabajo que realizan los distintos grupos promotores del uso de la bicicleta en la ciudad, con apoyo de la Secretaría de Cultura de Palmira.

 

“Para mí, pedalear es una terapia. Me libera mucho. Cuando me siento muy tensa, me pasan cosas o me siento muy triste, yo simplemente pienso: quiero ir a pedalear, a liberar. Me hace sentir tranquila. Yo siento algo en mi pecho. Siento como grande. Me encanta sentir el viento, me gusta todo lo que puedo observar en la bici, ¡Es maravilloso!”

 

Son cerca de las 11:00 de la mañana, ya el jugo se ha terminado. Se nos acerca Humberto Izquierdo, el “poeta callejero”, un personaje que frecuenta La Factoría vendiendo sus poemas en hojitas blancas con una letra envidiable.

 

–Señoritas, les propongo: en diez minutos yo escribo un poema, si a ustedes les gusta, me lo compran, si no, no pasa nada.

 

Reímos.

 

–¡Hágale pues!

 

Mientras Don Humberto escribe su poema, pienso en lo último que dijo Kenia. Siento algo similar. Cuando voy en la bici, me gusta respirar profundo, sentir el aire, mi cuerpo en movilidad. Me parece increíble cómo puedo llegar a distancias lejanas con la fuerza de mis piernas, de mi cuerpo. Me pregunto, ¿cómo es que apenas a mis 25 años vengo a disfrutar realmente de esto?

 

La bicicleta en la ciudad fue y sigue siendo (aunque en menor medida), portadora de una carga cultural muy significativa. Andar Palmira en bici es reencontrarse con los espacios públicos y apropiarse de una identidad perdida pero no extinta.

Por: Tania Ospina / Edad: 25 años



[1] Estos datos e Información sobre la historia de la bicicleta nace del diálogo con el colectivo Palmira somos bici

[2] Mantener en estado de alerta

[3] “Sacamos” hace referencia a lograr un cometido, en este caso, aprender a montar bicicleta

[4] Carrera 19

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.

[facebook]

MKRdezign

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DisablePlease Enable Javascript To See All Widget